Por Oscar Arias, correspondente do El País, no seu blog Vientos de Brasil.
Brasil está decidido, en la persona de su Presidenta Dilma Rousseff, una economista, a seguir el camino opuesto al que se anuncia en Europa. No minimiza la posibilidad de que la crisis mundial pueda tambien afectar al emergente Brasil, pero tampoco la dramatiza.
Es más, el antídoto que propone para hacer frente a la posible crisis, es el opuesto al que pretende Europa. Brasil propone más crecimiento y más gasto público en vez de recortes, austeridad o pérdida de privilegios sociales para los más pobres.
El crédito, sobretodo a la nueva clase media que empieza a surgir, que había sido desacelerado, ha vuelto a abrirse. Se cree y apuesta en el mercado interno, que en este país tiene aún márgenes muy grandes con sus casi 200 millones de habitantes y con una capacidad de adquirir bienes fundamentales.
Sin duda, las condiciones de Brasil no son, por ejemplo, las de Europa. Son dos caminos casi opuestos: Europa se encoje y Brasil se estiende. Europa se desacelera y Brasil crece. Para Dilma, como lo había sido para Lula, las conquistas sociales son sagradas. Más aún, está dispuesta a acelerarlas y aumentarlas. Quiere acrecentar la cifra de los cerca de 14 millones que reciben ya la “Bolsa familia” y está abriendo nuevos programas de ayuda social, como el aumento de los asilos nido para que las madres, que hoy trabajan casi todas, puedan hacerlo sin el drama de no saber donde dejar a sus hijos.
Se ha comprometido tambien a acabar con los aún 12 millones de pobres o miserables que aún no consiguen vivir con la dignidad de un simple ciudadano. Está bajando los tipos de interés para ayudar a crecer a las empresas y piensa crear cientos de centros de formación técnica para preparar a los jóvenes al mercado de trabajo en un país que tiene que importar mano de obra especializada de Europa o Japón, por ejemplo.
Sabe Dilma que cuenta con la llegada de miles de empresas extranjeras dispuestas a invertir en Brasil y que China seguirá necesitando de sus materias primas. Hoy Brasil es la mayor exportadora de carne y soja del mundo, sin contar los minerales.
Se trata de un reto que algunos, desde la oposición, le critican, como por ejemplo el analista político Cesar Maia, exalcalde de Rio, que juzga que se trata más bien de una temeridad, de un “voluntarismo peligroso”, ese apostar en este momento por un mayor crecimiento, por más obras públicas y más gasto del Estado en lo social. Se basa el analista en que el PIB de Brasil está bajando, que este año superará de poco un 3% si es que llega, algo que considera muy poco para un país emergente y rico como Brasil, que la inflacción está desbocada y que el empleo, por primera vez, ha empezado a disminuir.
¿Quién tiene razón? A Lula se le hacían las mismas objeciones cuando enfrentó la crisis del 2008. Ganó la batalla y Brasil salió casi ileso. ¿Repetirá Dilma, su sucesora, aquella hazaña? Es aún una incógnita. El futuro inmediato juzgará su osadía. Ella cree en su receta. Le duelen sólo esos cerca de 40.000 millones de euros, según datos oficiales ( en realidad son muchos más) que se pierden en el sistema de corrupción política que atenaza al país y que ella está tentando de atajar alejando de su gobierno a los ministros más involucrados en ese atentado al dinero público.
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