Texto retirado do El País, o melhor jornal do mundo
Por Miguel Mora, de Roma
El hambre en el mundo alcanzará un récord histórico este año. 1.020 millones de personas pasan ya hambre a diario, según los últimos datos publicados hoy por la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en Roma. El incremento es consecuencia de la crisis económica mundial, que provoca una disminución de los ingresos y un incremento del paro. De este modo, se ha reducido el acceso de los pobres a los alimentos, señala la FAO.
"La mezcla explosiva de desaceleración económica y precios de los alimentos que siguen altos en muchos países ha empujado a unos 100 millones de personas más al hambre y a la pobreza", ha dicho el director general de la FAO, Jacques Diouf. "La crisis silenciosa del hambre -que afecta a uno de cada seis seres humanos- supone un serio riesgo para la paz y la seguridad mundiales", alerta Diouf.
Los países pobres, ha subrayado, "necesitan herramientas de desarrollo, económicas y políticas para impulsar su producción agrícola. Es necesario incrementar la inversión en agricultura, porque en la mayoría de países pobres un sector agrícola saludable es clave para vencer al hambre y la pobreza". Muchos de los que sufren miseria y hambre son pequeños campesinos de países en desarrollo. Pero esos grupos tienen potencial no sólo para cubrir sus necesidades, sino para colaborar en el crecimiento económico.
El presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), Kanayo F. Nwanze, ha reclamado a la comunidad internacional que "proteja las inversiones clave en agricultura, de forma que los pequeños campesinos tengan acceso no sólo a semillas y fertilizantes, sino también a tecnología, infraestructuras, financiación rural y mercados". "En la mayoría de los países en desarrollo, invertir en los pequeños agricultores supone crear la red de seguridad más sostenible, en especial en tiempos de crisis", ha manifestado Nwanze.
"El rápido avance del hambre continúa provocando una enorme crisis humanitaria. El mundo necesita trabajar unido para garantizar que se atienden las emergencias y se busquen soluciones a largo plazo", ha señalado por su parte Josette Sheeran, directora ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos (PMA). Los progresos para reducir el hambre crónica en los años ochenta y la primera mitad de los noventa se han revertido en la última década. El número de hambrientos se incrementó entre 1995-97 y 2004-2006 en todas las regiones del mundo, excepto en Latinoamérica y el Caribe. Pero incluso en esta última región los avances se han frenado.
Este año se espera que el número de víctimas del hambre aumente en conjunto cerca del 11%, según las previsiones de la FAO basadas en los análisis del Departamento de Agricultura de EE UU. Casi toda la población desnutrida del planeta vive en países en desarrollo. En Asia y el Pacífico se calcula que unos 642 millones de personas pasan hambre crónica. El resto se divide así: 265 millones en el África subsahariana, 53 millones en Latinoamérica y el Caribe, 42 millones en África del norte y Oriente Medio, y 15 millones en los países desarrollados.
Según la FAO, los pobres urbanos serán los que tengan más dificultades para hacer frente a la recesión, ya que el descenso de las exportaciones y la reducción de la inversión extranjera directa causarán un aumento del paro. Pero las zonas rurales tampoco se librarán, ya que millones de residentes urbanos se verán forzados a regresar al campo.
Algunos países en desarrollo sufren especialmente porque las remesas que los emigrantes envían a casa han bajado de forma notable este año. Eso y el recorte previsto en la ayuda oficial al desarrollo de los países ricos limitará aún más la posibilidad de mejora de los países pobres.
La crisis económica sigue en el tiempo a la crisis alimentaria y energética de 2006-2008. Aunque los precios de los alimentos han bajado de forma sustancial en los últimos meses en los mercados mundiales, a nivel doméstico estaban de media un 24% más caros a finales de 2008 que en 2006. Para los consumidores pobres, que gastan hasta un 60% más de sus ingresos en alimentos básicos, supone una drástica reducción del poder adquisitivo real.
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